sábado, 2 de julio de 2011

De Franciscanos y Rockefellers

Explorando el concepto bíblico del contentamiento por Andrés G Panasiuk

Andrés G. Panasiuk es licenciado en Ciencias de la Comunicación Social, con especialización en Comunicación Interpersonal y de Grupo. Es director para América Latina de Conceptos Financieros Cristianos. Vive en Gainesville, Georgia, con su esposa Rochelle y sus dos hijas: Gabriela y Danielle.
De todos los principios financieros bíblicos que me toca enseñar al pueblo cristiano latinoamericano, el principio que más confusión produce es el principio del contentamiento. Raramente pasa un seminario de Conceptos Financieros Cristianos sin que alguien se ponga de pie para tratar de aclarar algún aspecto de este principio.La confusión surge como consecuencia de dos tendencias filosóficas extremas y opuestas. Por un lado están los que yo llamo “Los Franciscanos” (o seguidores de la filosofía financiera que quiere imitar la imagen mental que tenemos de San Francisco de Asís), y en el otro rincón del cuadrilátero están los que yo titulo “Los Rockefellers” (los que tratan de imitar el estilo de vida del famoso millonario).

Tengo dos amigos, uno Rockefeller y otro Franciscano. Ambos están en el ministerio:
Mi amigo Franciscano cree que Dios nos ha llamado a una vida de privaciones y pobreza. Cree que el dinero es la raíz de todos los males y que cuanto más pobre es uno, más espiritual es. Tiene en mente a personas como Jorge Müller o la Madre Teresa de Calcuta y se opone acérrimamente a todo símbolo de materialismo en su vida familiar.

Mi amigo Rockefeller, por su parte, se aferra a la idea de que somos “hijos del Rey” y que debemos vivir como tales. Hace énfasis en versículos bíblicos que hablan sobre la prosperidad, y está dedicado a la tarea de arrebatar las riquezas de manos de los no-creyentes para llevarlas al Reino (mejor aún, si las lleva a su propia cuenta bancaria). El demuestra cómo Dios lo ha bendecido mostrándome sus joyas, su auto (que vale más que una casa), la escuela privada de sus hijos y la piscina que acaba de construir.

Ambos tienen razón y, al mismo tiempo, ninguno la tiene.

El problema de los Franciscanos

Si bien es cierto que Dios se opone a una vida entregada al materialismo, no es correcto dar por sentado que Dios llama a todos los creyentes a una vida de pobreza. Dios llamó a Jeremías a vivir y morir por El en la más absoluta miseria. Pero Dios llamó a Ester a ser una princesa en el palacio real. Jesucristo llamó al joven rico a vender todo lo que tenía y entregárselo a los pobres, pero no parece haber hecho las mismas demandas de Nicodemo. Pedro, Pablo y los apóstoles fueron llamados a vivir y morir en persecución y pobreza, pero Teófilo y Filemón eran cristianos con poder y dinero en el
Imperio Romano.No existe ningún lugar en la Biblia donde se enseñe que el dinero es la raíz de todos los males. El apóstol Pablo, sin embargo, enseña que el amor al dinero es la raíz de todos los males (1 Timoteo 6:10). Los bienes materiales son una herramienta que Dios pone en nuestras manos para cumplir los propósitos divinos. Es la actitud que nosotros tenemos con respecto a esos bienes lo que marca la diferencia entre una vida que glorifica a Dios y una que no.

Si la pobreza fuera un símbolo de espiritualidad, ¡el 80% del mundo sería espiritual! En el libro de Proverbios Dios nos recuerda una triste realidad de la pobreza: “No me des pobreza… que siendo pobre hurte y blasfeme el nombre de mi Dios” (30:8-9). La pobreza también tiene su lado amargo y peligroso. ¿Cuántas veces hurtamos, mentimos o hacemos cosas deshonestas con la excusa de que somos pobres o estamos bajo una fuerte presión económica?
En realidad, la pobreza no tiene nada de “santa” y conlleva tantas tentaciones, frustraciones y violencia como la riqueza.
El problema no radica en la cantidad de dinero que manejamos; la clave está en la actitud de nuestro corazón.
 
El problema de los Rockefellers

Me cae bien mi amigo “Rockefeller”, especialmente por su visión positiva de la vida. Sin embargo, de los dos grupos, quizás él es el que está en mayor peligro. Esta “teología del egoísmo” en la que cree mi amigo es un mal que se está esparciendo como pólvora por Latinoamérica. La razón es que apela al más profundo entendimiento de nuestra relación con Dios: los latinos, por naturaleza, nos relacionamos con Dios de una forma materialista y egocéntrica. Desde pequeños hemos aprendido a acercarnos a Dios primordialmente para pedir. Por su parte, la “teología del egoísmo”, nacida en el centro mismo de una sociedad de consumo, “consume a Dios”. Entiende a Dios como un “proveedor de servicios”: El centro de mi relación entre Dios y yo, ¡soy yo!
Entonces, creemos que…

“Dios existe para servirme a mí,”
“Dios existe para salvarme a mí”,
“Dios existe para amarme a mí”,
“Dios existe para perdonarme a mí”,
“Dios existe para sanarme a mí”,
“Dios existe para darme a mí lo que yo le pida”.

¡Por eso que nos enojamos tanto cuando Dios no se porta como se supone que se tiene que portar, cuando Dios no sana a quien se supone tiene que sanar o no nos da lo que se supone nos tiene que dar!

Tratamos a Dios como si fuera el mago de la lámpara de Aladino, y contamos nuestras bendiciones en términos materiales y positivos. Creemos que la bendición de Dios se debe manifestar en cosas y en situaciones buenas y agradables. Sin embargo, Dios dice claramente “…todos los llamados de mi nombre, para gloria mía los he creado…” (Isaías 43:7). Nosotros existimos para servirlo a El, para amarlo a El y para darle a El todo lo que El nos pida. “En ninguna parte se nos dice que para servir a Dios tenemos que vivir como reyes”, manifiesta Larry Burkett, presidente y fundador de Conceptos Financieros Cristianos. “Al contrario. La Palabra nos advierte de que la preocupación y el amor por los bienes de este mundo pueden llegar a ser una de las amenazas más importantes para nuestra vida espiritual”.La Biblia nos amonesta: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Jesucristo nos dice: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lucas 12:33-34).

La teología del materialismo es un resultado del sincretismo entre el capitalismo y el cristianismo… ¡y nosotros nos la tomamos como jugo de frutas!

Yo me pregunto si los cristianos norteamericanos o europeos estarían tan dispuestos a adoptar el culto cristiano/indígena a la “pacha-mama” como nosotros estamos ávidos de aceptar el culto a la “mama-money”. Es importante discernir la diferencia entre el amor a las riquezas (o el orgullo de las riquezas) y la riqueza misma. Dios nunca condena la riqueza en sí (a El le pertenecen todos los bienes del mundo). Dios condena el amor a las posesiones materiales y no coloca a los bienes materiales necesariamente como una demostración de su bendición sobre nuestra vida (1 Corintios 4:9-14).

El principio bíblico del contentamiento

Volviendo al tema del contentamiento, entonces, es importante, en primer lugar, definir el término. Contentamiento no significa resignarse a quedarse donde uno está ubicado económicamente. No debemos interpretar mal 1 Timoteo 6:8, o nos puede llevar a la vagancia y la holgazanería ­¡que también son pecados!

El contentamiento es una actitud hacia la vida. Es saber cuál es el plan de Dios para mí y saber dónde estoy ubicado con respecto a ese plan. Debemos responder a la pregunta: ¿dónde quiere Dios que yo esté (por ejemplo, económicamente) en este momento?

Si usted sabe que Dios quiere que usted esté, como lo estuvieron mis suegros, veinte años en una choza con techo de paja en el sur de África, entonces podrá encontrar paz y satisfacción en medio de esa situación. Si sabe que el propósito de Dios es que usted haga dinero, y lo está cumpliendo, podrá encontrar alegría y tranquilidad en su trabajo. Pero si su cristianismo es sólo una pintada por encima de su materialismo, entonces uno de los primeros síntomas es la ansiedad. Usted siente ansiedad porque quiere estar en un nivel social más alto que aquel donde Dios lo ha puesto. Si usted se rebela contra la voluntad de Dios, tenga poco o mucho siempre querrá más. En el África, el hombre de la tribu que tenía casa de lodo, la quería de ladrillo y el que tenía techo de paja, ¡lo quería de chapas de zinc! El Señor, en su soberanía, llama a algunos a vivir vidas económicamente restringidas, y llama a otros a ganar grandes cantidades de dinero, todos con un propósito (2 Corintios 8:13-15).
El secreto del contentamiento en la vida del cristiano, entonces, no está en decidir hacerse un vago o tratar de disfrutar la vida viviendo como reyes. El secreto del contentamiento está en entender, aceptar y obedecer la voluntad económica de Dios para mi vida, a corto y largo plazo. Es deshacerme de lo “mío” y entender que todo es de Dios.

“Sean todas vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, porque él dijo: No te desampararé ni te dejaré”. Hebreos 13:5

Información extraída de Conceptos Financieros Cristianos.

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