jueves, 5 de abril de 2012

Una raza distinta: los empresarios

“El emprendimiento no es un empleo, ni siquiera un llamado, sino una sed.”

Los empresarios exitosos – esas criaturas a las que hoy todos miran como imprescindibles para salvar a la economía mundial de sus dolencias – provienen de distintos países, sociedades, medios culturales y sectores de negocios. No hay un estereotipo único o determinado, sin embargo, esos individuos tienen varias cosas en común.
El libro producido de la compañía Regus, Growth in a Difficult Decade (El Crecimiento durante una década difícil), tras entrevistar a 60 exitosos empresarios señala las características que comporte este selecto grupo, escribe Michael Turner, vicepresidente para Latinoamérica de Regus, en un artículo que reproduce Capital.com.pa.
“Por ejemplo, los empresarios necesitan esforzarse y ser perseverantes. También necesitan tener una actitud positiva y estar preparados para tomar decisiones difíciles. Casi no es necesario decir que los empresarios tienen mucha confianza en sí mismos. Los exitosos no son arrogantes. Escuchan a los clientes y a las personas que han hecho lo que ellos buscan lograr, a menudo a través de mentores. Además, están dispuestos a contratar a quienes sean mejores que ellos en determinados aspectos de los negocios. Sin embargo, cuando los empresarios tienen una idea, no será fácil disuadirlos.
“Sin lugar a dudas, uno de los consejos más frecuentes de los empresarios hacia quienes pretenden seguir sus pasos es no dudar al momento de comenzar. Empezar un nuevo negocio como un proyecto paralelo al trabajo actual, solo para probar la idea, puede ser válido. Sin embargo, ya que dirigir un negocio es una tarea impredecible y que requiere de mucho tiempo, es mejor dedicarse por completo a él lo antes posible. Después de todo, existe la posibilidad de que alguien más tenga o tendrá la misma idea que usted. Si pierde tiempo reflexionando en si debe dar el salto o no, alguien podría tomar la delantera y quitarle su lugar en el mercado. Hay más empresarios que lamentan no haber comenzado antes que los que desearían haber esperado más”.
Turner usa con frecuencia el ejemplo de Steve Jobs, el fallecido fundador de Apple, de quien resalta que “no fue un inventor sino que alguien que adaptó la tecnología. Su don, como el de muchos empresarios exitosos, fue ver un mercado potencial para algo antes que otros”.
Como una conclusión, el autor resalta que dado que “la fortaleza de Apple ha sido anticiparse a los deseos de los clientes”, hay una lección sumamente valiosa en ello. “Los Steve Jobs del futuro aprenderán esa lección de corazón”.

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