Recién terminé de leer un pequeño libro de 55 páginas, La Ciencia de hacerse Rico, del autor norteamericano Wallace Wattles. Tengo que confesar que finalizar la lectura de todo el texto fué todo un acto de constancia, apurando la lectura con el entendido de que el libro debe ser leído como una obra de principios del siglo XX (1910), la cual a los ojos de un lector cien años después se siente añeja y primitiva en términos de la bibliografía contemporánea acerca de la superación personal y la búsqueda de la riqueza.
Con el conocimiento previo de "El Secreto", de Rhonda Byrne, película y libro, el sabor a familiaridad se me hacía demasiado patente. Al investigar para esta entrada, veo que la obra de Wattles, junto con la de James Allen, fue la base para un trabajo que casi cien años después tuvo un éxito en librerías muy importante. En este caso no prentendo analizar la Ley de la Atracción en esta entrada, pero si cabe destacar que ambas obras mantienen un hilo común.
Empiezo por lo que principalmente me desagrada del libro, que es la invocación a una Sustancia Original, primigenia y omnipresente, a la cual el autor primero desconoce a mi parecer la existencia de Dios, aunque luego lo cita recurrentemente, y que además le despoja de cualquier autonomía o voluntad y la convierte en un actor pasivo, dependiente del pensamiento humano para manifestarse. Lo otro que me choca es la invitación a cerrar las puertas a cualquier lectura, con contadas excepciones, con el fin de mantener intacto el mensaje y proteger al lector de que éste sea contaminado. Éstos puntos, más un contexto pseudocristiano, pueden convertirse en elementos de confusión para quien lea el mensaje sin un contexto cultural y filosófico mayor.
En la otra acera, tiene frases, conceptos e ideas imperdibles, ricas y valiosas que deben atesorarse.
Es un libro que se me hace pionero en el tema de la visualización creativa, un antecesor de la Programación Neurolinguistica que se desarrolló hasta 70 años después. Invita a poner lo que se desea tanto en la mente como en la palabra, a profetizar, por decirlo así, a pedir para que sea dado, ya entrando en el vínculo con el cristianismo.
Otro aspecto valioso es la puesta en marcha que se requiere junto con ese deseo, el no quedarse impávido como espectador a que lo que se busca caiga del cielo. Llama también a ser creativo en la búsqueda de las alternativas rumbo a tener éxito en la vida, si no se encuentra la oportunidad trabajando como oficinista en un call center, entonces atreverse a ver hacia donde se mueve el mercado, desarrollar las habilidades complementarias y buscar un nuevo espacio en otra industria emergente.
Wattles promueve la acción sin miedo y sin mala intención, recordando que no es necesario hacer trampa, estafar, robar o engañar en una competencia salvaje y desleal para poder tener éxito. La ruta que propone no es cómoda ni para miedosos, a buscar negocios, mantener negociaciones, cultivar relaciones, lidiar con empleados, proveedores o instituciones. Definitivamente hay formas de vida menos complicadas para quien no quiera afrontar esos desafíos... siempre habrá alguna plaza de gobierno (eso sí con sindicato incluido) para quien no tenga deseos de incomodarse.
Termino esta entrada aplicando dos principios del libro en cuestión, una tremenda gratitud con Dios de poder aprender y repasar muchas enseñanzas y leyes de vida valiosas, observadas desde una óptica crítica, consciente y receptiva. Lo otro es ayudar y compartir, al menos con la difusión a la red de estas opiniones.
sábado, 8 de mayo de 2010
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