domingo, 23 de mayo de 2010

Perseverar II

Todo indica que la perseverancia sólo se sostiene en una voluntad firme, constante, superior al tiempo. Y he ahí el problema. Puesto que el ser humano va cambiando en sus necesidades, gustos, temores, esperanzas, pasa que no son el mismo el que quiere y el que realiza. Hoy puedo proponerme algo que haré mañana, pero ése que hará mañana mi propósito de hoy será tan parecido a mí como para seguir queriendo lo que yo quiero hoy? Cómo garantizar que voy a permanecer?

Puedo adueñarme en cierto modo de mi pasado (cf. los verbos conocerse, meditar, resumir, evaluar, recibir, expresarse, acoger, perdonar, olvidar); hasta cierto punto puedo hacerme consciente y dueño de mi presente (cf. los verbos retirarse, detallar, creer, orar, amar, obedecer, cuidar, discernir, dar, cooperar, dirigir, corregir), y puedo iniciar un camino hacia el futuro (cf. los verbos aprender, escuchar, esperar, imaginar, buscar, proyectar, emprender, admirarse), pero puedo también asegurar que seguiré en ese camino? Puedo hoy hacer firme mi mañana?

Via: www.mercaba.org


Se ve que, para hallar una respuesta, lo fundamental es comprender que las mayores dificultades están dentro de uno mismo. Los obstáculos exteriores pueden cerrarte un camino, pero en realidad no pueden impedir que lo sigas buscando. Ningún problema externo puede obligarte a desistir de perseverar en el deseo de tu objetivo. Nadie puede quitarte que sigas queriendo; nadie, salvo tú mismo. Y eso es lo grave: todo está en querer, y "querer es poder", pero cómo querer siempre?

Perseverar es el verbo que hace falta hoy. Es también el verbo imposible de nuestros días. Hoy casi todo nos parece provisional, instrumental, desechable. Por eso nos parecen casi imposibles la fidelidad en el matrimonio, la constancia en la amistad, la lealtad en el trabajo, la firmeza en los buenos propósitos. Y por eso también preferimos prepararnos para cuando todo termine. Así tenemos parejas que se casan dejando bien clara y abierta la puerta del divorcio; amigos que se sonríen sin creer sus propias sonrisas; contratos que se firman no para empezar una obra sino un pleito. Por consiguiente, todo lo que parezca firme despierta más desconfianza que admiración, más burla que alegría. Ser fiel es ser tonto; ser virgen es ser "raro"; ser honrado es ser sospechoso.

Debería quedarnos claro que vivir este verbo o sólo pretender vivirlo, es ir en contra de la corriente de una gran corriente, además. Mas Jesús dice que "sólo el que persevere hasta el fin se salvará" (Mt 10,22). La conclusión se sigue: el mundo en que vivimos no va camino de su salvación sino de su ruina. Y también para nosotros vale el apremio de San Pedro: "Poneos a salvo de esta generación perversa" (Hch 2,40).

Por lo mismo, las fuerzas humanas no bastan para este verbo singular. Decir uno que va a luchar contra todo y contra todos, y va a vencer, es presunción. Necesariamente, entonces, las sugerencias para vivir la perseverancia, y especialmente la perseverancia final, han de empezar por volver nuestros ojos a nuestro Dios.

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